La escolaridad online: el caos cibernético entre padres, madres y alumnos
Dr. Marcelo R. Ceberio - Psicoterapeuta
Familia / 6 mayo 2020
El coronavirus también ha afectado al ámbito educativo, el cual se ha visto obligado a llevar sus clases al universo virtual. El psicólogo Marcelo Ceberio nos habla sobre ello.
En la actualidad, existen diferentes situaciones de vida aún en confinamiento. Cada casa es un mundo dicen y así es. Puertas para adentro se desarrollan formas de vivir, estilos de personalidad y exarcebación de juegos relacionales, en otras cosas.
Hay gente que se desbanda con los horarios, descalabran en las comidas, hacen demasiado nadas, se desorganizan y pierden el rastro en el aislamiento. Otros son más rígidos: conservan a rajatabla la organización de las comidas, los horarios de dormir y comer e incrementan la rutina.
También el aislamiento encontró a personas solas, lo que hace que se viva de una forma muy particular. De todas maneras, con o sin hijos, solos o en pareja, la crisis que ha generado el coronavirus es absolutamente subjetiva, como todas las vivencias de todos los seres de este bendito planeta.
El confinamiento también ha obligado a cambiar el estilo de vida de los más grandes, pero también de los más pequeños. En concreto, estos últimos han pasado de ir al colegio a conectarse para seguir teniendo clases. Ahora bien, ¿qué implica la escolaridad online?
¡Vamos que empezaron las clases!
La tecnología, siempre tan criticada por los adultos por el sedentarismo, la falta de comunicación y el aislamiento que genera en los chicos, hoy es un elemento de primera línea para lograr comunicarnos y salir de nuestras casas de manera online. Así, mientras nuestro cuerpo permanece, nuestra mente vuela a diferentes lugares.
A mí, que soy profesor universitario, siempre me sirvió la virtualidad para dictar clase en otros países o provincias sin viajar, pero hoy más que nunca. En la actualidad, las clases virtuales son indispensables para continuar con el curso escolar.
La escolaridad online de primaria
Lo cierto es que la escolaridad online es otro tema. Lo es porque a pesar del poco tiempo que lleva ya ha creado innumerables conflictos parento-filiales, de pareja, entre hermanos, entre padres, madres y maestros y como si fuese poco entre todos con todos.
Por una parte, encontramos familias que tienen uno, dos o más hijos en distintos cursos de primaria. Y en la medida que hay más hijos, mayor es el nivel de complicación. Lo primero porque no en todos los hogares hay más de un ordenador.
Entonces los padres se alteran con los hijos porque no saben a quien deben priorizar para el uso del ordenador o se enfadan con los profesores porque ponen en el mismo horario clases para diferentes cursos. Aunque también ocurre que se ponen nerviosos con sus hijos porque se pelean entre ellos por quien debe usar primero el ordenador, entre otras triangulaciones afectivas. Conclusión: se genera una verdadera batalla campal.
Una gran ayuda (que no sucede) sería que la organización de los cursos fuese un poco mejor, para ello sería ideal que los horarios de clases no fueran los mismos para todos los niños.
Otro detalle no menor es que la mayoría de los padres pertenecen a una generación que no creció con el ordenador, es decir no son nativos tecnológicos. Y son muchos los hijos que enseñan a los propios padres a navegar en las redes cibernéticas.
Así, muchos de estos chicos se empoderan y descalifican a sus padres porque solo manejan el Word, un poco de Excel y por supuesto el Facebook, ni siquiera Instagram. Y por supuesto, este tipo de reacciones y comportamientos conllevan una respuesta por parte de estos últimos.
Sin embargo, la cosa conflictiva no queda resumida allí. Tampoco los colegios tienen organizada la enseñanza a través de las redes, entonces han debido salir al ruedo a cubrir las clases que se iniciaron presenciales y que ahora han pasado a ser online.
De pronto, el colegio con el que los padres estaban conformes, ahora se transformó en caótico. No solo porque deben navegar por las redes para impartir los conocimientos, sino que navegan en incertidumbre y en la desorganización del intento por organizar las clases. Y por ende reducir el caos.
Los retos de la escolaridad online
Ahora en función de las plataformas de aprendizaje suenan nombres que nunca habíamos pensado: Jitsi, Webinar, Sakai, Moodle, Ed modo y por supuesto Zoom, el rey de todos los sistemas.
Y no solo eso, sino que el colegio debió aprender cada uno de estos sistemas y luego enseñárselos a sus maestros para luego enseñárselo a los padres y los padres hacer lo mismo con sus hijos. Por lo que en toda esta cadena ¡es imposible que no existan problemas!
Entonces los alumnos no solo deben aprender los contenidos de las materias, sino también el uso de estas plataformas de aprendizaje, pero además deben ayudarles a comprender a sus propios padres y enseñarles hasta los mismos maestros. Después llegan las tareas escritas que además hay que subir a la plataforma…
Chicos desorientados y padres desorientados que tratan de orientar a los hijos desorientados a los que se le suman maestros desorientados intentando orientar la desorientación de los padres y de sus alumnos; lo más curioso es que como ellos también están desorientados terminan desorientando aún mas a todos, incluso a ellos mismos.
Si a todo esto le sumamos que las redes están colapsadas y la conexión es débil en algunos lugares, todo va en dirección al caos explosivo: sí, un día de furia.
Hay algunos además: los chicos, más allá de la tarea, también quieren jugar, saltar, hablar, desparramar los legos, tirar los peluches a la alfombra, activar los juegos de las tablet y Play Station, etc. Y mientras los padres aumentan el mal humor y la intolerancia porque están agotados.
¡Frenemos!
¡Frenemos por favor! Porque si no frenamos el caos nos va a dominar y para poner orden somos nosotros los que debemos organizar y colocar límites.
Lo que se puede, se puede, y si no se llega a cumplir la tarea, los maestros y el colegio deberán entender la situación. Es un momento especial de nuestra vida, absolutamente particular.
No olvidemos que al estrés que genera la convivencia en cuarentena se le suma el estrés de resolver la escolaridad online de los hijos. Entonces, reducirlo implica postergar y enlentecer los tiempos para mejorar el proceso de aprendizaje. Y no me refiero al aprendizaje de los contenidos de las materias, sino de ponernos duchos con esta nueva sistematización online.
No pretendamos ser genios del ciberespacio, gimnastas por Youtube, master chef en la cocina, eruditos por la lectura o superpadres al rescate.
Tan solo debemos aprender de este momento histórico: ser tolerantes, no exigirnos más de la cuenta, ser simplemente nosotros construyendo una vida mejor, porque así somos mejores, tanto nosotros y como nuestros hijos.
Publicado en www.lamenteesmaravillosa.com